Me voy a suicidar

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“He decidido suicidarme. En vivo. En el noticiero del próximo lunes. No se lo pierda.” dijo el presentador de noticias Howard Beale, deprimido por estar a punto de ser despedido a causa de la baja audiencia de su programa de televisión.

NETWORK, la puesta en escena con la que el Teatro de los Insurgentes reinaugura sus actividades en tiempos de post pandemia, es una sátira que aborda el tema del sensacionalismo y el espectáculo de la industria de la televisión en el Nueva York de los setentas.  

Para sorpresa de todos, después de sus declaraciones, el noticiero del conductor subió cinco puntos de rating. Fue la gran noticia convertida en primera plana en los principales diarios de los Estados Unidos. Un trending topic setentero.

Entonces Howard Beale interpretado por el gran actor Daniel Giménez Cacho dejó de ser un viejo presentador en decadencia para convertirse en la estrella más importante de su cadena de televisión. El noticiero se transformó en un stand up y el viejo informador encarnó el nuevo rol de un profeta iracundo que denuncia la hipocresía de su tiempo.

“Levántense y digan: estoy hasta la madre y no lo voy a tolerar.” Howard Beale, intentando decir la verdad pero al mismo tiempo preso del modelo de negocio de la televisora, entendió que la gente está harta de las mentiras y será propensa a identificarse con quien le dé voz a su furia. El poder de las emociones al servicio del rating.

De esta forma, el relato transcurre en el esfuerzo permanente del conductor para no dejar de ser novedad y de los productores del programa por incrementar el índice de audiencia a toda costa. Es la historia del triunfo del espectáculo sobre el periodismo.

Si bien el argumento de esta obra se desarrolla en el contexto de hace cinco décadas, hoy su vigencia se encuentra más presente que nunca. En una sociedad hipermediatizada en la que el entretenimiento es un producto de consumo, los medios de comunicación, las empresas y los comunicadores luchan todos los días por atraer nuestra atención. En su afán de conseguirla, el sensacionalismo se convierte en estrategia.

Así, vemos algunos noticieros en los que el espectáculo es más importante que la noticia, diarios en los que se privilegia la opinión sobre la información, y titulares de notas por ejemplo el de este escrito que recurren a títulos llamativos aunque estos no tengan nada qué ver con su contenido.

Vivimos en la civilización del espectáculo.* Nos importa el entretenimiento y la diversión. Nos atrae lo insólito, lo sorprendente, la novedad, el escándalo, el conflicto. A diferencia de hace cinco décadas, cuando la voz pública era monopolio exclusivo de las televisoras, radiodifusoras y los principales diarios, hoy las redes sociales le han dado voz al gran público. Sin duda, ahora tenemos mayor libertad de expresión que hace cincuenta años.

Sin embargo, parece ser que esta renovada libertad de expresión tiene como uno de sus principales objetivos el rating, es decir, los likes y los seguidores, y éstos dependen de la capacidad para generar entretenimiento. Muchos jóvenes estudiantes de comunicación sueñan más convertirse en influencers que en periodistas. Y están en su derecho…

El problema se presenta cuando las audiencias dan por cierto únicamente aquello que es dicho por los líderes del rating. Cuando lo divertido o lo sensacionalista se pone por encima de la verdad. Cuando se crean y se difunden noticias falsas a fin de ganar seguidores. Cuando no cuestionamos los intereses que persiguen los que nos informan o nos entretienen. Cuando nos rendimos a la filosofía del “me siguen, luego existo”.

Por eso, la obra interpretada por Daniel Giménez Cacho es totalmente recomendable para reflexionar nuestro papel como usuarios de telecomunicaciones en esta era del rating, la influencia y las noticias falsas. Es una invitación a comprender que es responsabilidad de todos los miembros de la sociedad combatir permanentemente la desinformación; a entender que si bien ya vivimos en la sociedad del espectáculo, no hay que permitir convertirnos en la sociedad de la mentira. Porque, igual que no todo lo que brilla es oro, no todo lo que tiene like es cierto.

 

*Vargas, L. M. (2012). La civilización del espectáculo. Madrid. Alfaguara.

Martel, F. (2011). Cultura Mainstream. Cómo nacen los fenómenos de masas. Madrid. Santillana.

 

 

 

 

Pedro Rangel Magdaleno