Salma Hayek y la horrible Joan

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Presa de un ataque de pánico, Joan intentó respirar despacio, pero la desesperación la invadió por completo. No entendía lo que estaba ocurriendo. ¿Cómo es que una nueva serie de televisión se trataba de su vida? ¿Por qué Salma Hayek era la actriz que la interpretaba y tenía exactamente su mismo look? ¿Cómo es que el primer capítulo de esta serie replicaba con precisión el transcurso de su día? Al lado suyo, su novio se esforzaba por tranquilizarla; pero quedó paralizado al ver en la televisión que esa misma tarde Joan se había reunido con su ex novio en un bar en donde compartió no solamente unos buenos tragos, sino también unos buenos besos.

 

El capítulo “Joan es horrible”, de la nueva temporada de la serie de Netflix, Black Mirror, aborda algunos de los retos más importantes de nuestra era digital… pero volvamos con la historia de Joan.

 

Por supuesto, esa noche ella perdió a su novio. Pero con su vida expuesta en una famosa plataforma de streaming, ahora Joan no podía esconder su verdadera y horrible personalidad. A la mañana siguiente, fue despedida del trabajo por haber violado el acuerdo de confidencialidad con su empresa. Ella seguía sin entender cómo es posible que una serie mundial interpretada por Salma Hayek proyectara su vida. Nada, absolutamente nada, tenía sentido: cada noche se estrenaba un nuevo capítulo, que replicaba a la perfección el día de Joan.

 

Como la serie se trataba de su persona, de su carrera, de su reputación, Joan decidió proceder por la vía legal en contra de la plataforma de streaming. Sin embargo, su abogada le explicó que, legalmente, la compañía estaba en su derecho: ella lo consintió al aceptar los “términos y condiciones” del aviso de privacidad, al momento de suscribirse.

 

Ante la imposibilidad de proceder legalmente en contra de la plataforma, Joan preguntó por la opción de demandar a Salma Hayek, por hacerse pasar por ella. No obstante, se topó con otra pared: la afamada actriz no actuaba para la serie, sino que vendió a la compañía de streaming los derechos para usar su imagen digital, de forma que se pudiera reproducir mediante videos falsos generados con inteligencia artificial —mejor conocidos como deep fakes.

 

Estupefacta, Joan continuaba sin entender cómo es que la plataforma conocía lo que ella hacía durante el día. La respuesta, un balde de agua fría: era a través de su teléfono móvil, que la escuchaba de forma permanente.

 

Ante la impotencia y desesperación de hacer algo al respecto, a Joan se le ocurrió una brillante idea: comer un puñado de hamburguesas gigantes y tomar un litro de laxante de acción rápida, para después correr a un templo en el que se celebraba una boda. Y ahí, frente a todos, con máxima sonoridad, en vivo y a todo color… evacuar el intestino.

 

Sabiendo que esta locura se transmitiría en el nuevo capítulo de la serie, Joan logró conseguir su objetivo: enfurecer a la verdadera Salma Hayek, por ver a su imagen digital defecando dentro de una iglesia. A partir de ese momento, Salma no quiso que su imagen se asociara con una persona tan desagradable y, al igual que Joan, deseaba que la serie se cancelara y que se borraran esas imágenes de la red para siempre.

 

Con ese objetivo en común y ahora como aliadas, la horrible Joan y Salma Hayek emprendieron un arriesgado plan para destruir a la poderosa computadora cuántica que fue capaz de generar ese contenido.

 

Bajo esta simpática historia, el capítulo de Black Mirror aborda los importantes temas del uso de los datos personales, el aviso de privacidad, los videos falsos, el contenido único y personalizado, el uso de las emociones negativas como herramienta para atraer a las audiencias, la inteligencia artificial y la computación cuántica. Asuntos estratégicos todos ellos en la era digital.

 

Por su parte, la cultura de protección de datos personales aún no ha permeado lo suficiente en la sociedad. A pesar de que más del 64% de la población mundial tiene acceso a Internet, son muy pocos los internautas que conocen y ejercen sus derechos de protección de datos personales.

 

Por otro lado, las estrategias deliberadas para promover el discurso de odio representan una amenaza para la cohesión social, pues fortalecen las identidades grupales que promueven el racismo, el clasismo y la discriminación.

 

La inteligencia artificial, que se vislumbra será una importante aliada en la generación de soluciones para resolver los grandes retos globales, también representa una poderosa herramienta para generar desinformación y deep fakes.

 

Por estos motivos, para no dejar a nadie atrás y por la salud de nuestras democracias, resulta indispensable desarrollar mecanismos que garanticen que los sistemas de inteligencia artificial sean seguros y se apeguen a los derechos humanos, además de promover la educación en ciudadanía digital, como parte de un nuevo pacto social, para que así logremos evitar ser tomados por sorpresa, como Salma Hayek y la horrible Joan.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pedro Rangel Magdaleno