Vehículos autónomos y políticas públicas

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El inicio de la era de los vehículos eléctricos autónomos, que se vislumbra próximo, genera dudas relevantes sobre sus implicaciones en distintos campos de las políticas públicas.

 

Existen diversas estimaciones sobre la fecha en que estos vehículos formarán parte de la vida cotidiana. De acuerdo a Peter Diamandis, Director de Singularity University, para el año 2022, las personas podrán viajar legalmente en automóviles autónomos en todo el territorio de los Estados Unidos; y para el 2028 éstos representarán la mitad de todos los kilómetros recorridos en los grandes centros urbanos de ese país.

 

Si bien nadie puede saber con precisión cómo se regularán estos vehículos y cuándo formarán parte de la vida cotidiana en todos los países alrededor del mundo, algo está completamente claro: el transporte experimenta hoy un cambio tecnológico disruptivo.

 

De acuerdo a Tony Gómez-Ibáñez, Profesor de Planeación Urbana de la Universidad de Harvard, los expertos en estudios de tecnología generalmente usan dos grandes clasificaciones para los cambios tecnológicos: i) los Disruptivos, y ii) los Sostenibles.

 

Los cambios tecnológicos disruptivos son aquellos que crean una nueva tecnología que suplanta a una anterior. Por ejemplo, en el siglo XIX, el cambio tecnológico disruptivo en cuanto al transporte se refiere fue la invención del motor de combustión interna. Esta tecnología suplió a los motores de vapor y los carruajes, y desarrolló una industria automotriz que cambió el mundo y la vida de las personas.

 

Por su parte, los cambios tecnológicos sostenibles son aquellos que desarrollan mejoras graduales a una tecnología existente. En este mismo ejemplo, estos cambios están representados por los avances tecnológicos que han tenido los motores de vehículos de combustión interna, desde el primero de la historia, el frágil Benz Patent-Motorwagen, hasta los potentes automóviles de la modernidad.

 

Como un nuevo cambio disruptivo, los vehículos eléctricos autónomos conllevarán importantes transformaciones sociales, principalmente en campos tales como la planeación urbana, el transporte público, la movilidad, la infraestructura, el medio ambiente y el empleo.

 

Entre sus implicaciones positivas, se plantea que los vehículos eléctricos autónomos disminuirán los accidentes de tránsito y el tráfico vehicular, mejorarán la calidad del aire, y representarán una alternativa incluyente para las personas con discapacidades.

 

Por otra parte, las implicaciones negativas de estos vehículos plantean la posibilidad de una importante pérdida de empleos en el sector; desde los conductores de camiones de carga y de pasajeros, hasta de taxistas y conductores de plataformas digitales.

 

En México, de acuerdo a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, el sector de autotransporte de carga genera 2.3 millones de empleos formales y está integrado por una flotilla de 920,500 unidades (2018). Por su parte, de acuerdo a información oficial de Uber, esta plataforma cuenta con una cifra superior a los 250 mil socios conductores (2018).

 

Este cambio disruptivo avanza con prisa. Empresas como Uber, Tesla y Google, así como buena parte del sector automotriz, están implementando proyectos pilotos de vehículos autónomos en diversas ciudades, los cuales han requerido esfuerzos de regulación por parte de las autoridades.

 

En los Estados Unidos, Nevada fue el primer estado que desarrolló regulación para la operación de vehículos autónomos en 2011. Desde entonces, otros 21 estados de la Unión Americana han aprobado legislación relacionada a su regulación.

 

De manera paralela a los gobiernos, algunas universidades han establecido centros de investigación para el desarrollo de esta nueva industria. Por ejemplo, el pasado diciembre de 2018, la Escuela John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, lanzó la “Iniciativa de Política de Vehículos Autónomos”, con el objetivo de generar investigación, análisis y recomendaciones de políticas públicas al respecto.

 

En este sentido, la compañía KPMG publicó recientemente el estudio denominado “Índice de Preparación para Vehículos Autónomos 2019”, como instrumento para ayudar a medir a 25 países respecto a su nivel de preparación para los vehículos autónomos. Este índice se fundamenta en el análisis y la evaluación de cuatro campos: i) Política y legislación; ii) Tecnología e innovación; iii) Infraestructura; y iv) Aceptación del consumidor.

 

Los países que obtuvieron los puntajes más altos en este índice son los Países Bajos, Singapur, Noruega, Estados Unidos y Suecia; por otro lado, en los últimos lugares de la lista se encuentran China, Rusia, México, India y Brasil, resultando la falta de un marco regulatorio como una de las áreas de oportunidad más relevantes.

 

Los vehículos eléctricos autónomos representan un cambio tecnológico disruptivo que de la misma manera que lo hizo el motor de combustión interna en el siglo XIX, transformará a nuestra sociedad de manera gradual, pero también de manera absoluta.

 

Su adopción no solamente implicará el desarrollo de un sólido marco regulatorio, sino también la adecuación de la infraestructura urbana en lo concerniente a las tecnologías de comunicación, así como la reestructura de algunos de los pilares de la economía mundial del presente.

 

* Por Pedro Francisco Rangel Magdaleno

Maestro en Políticas Públicas por Harvard Kennedy School.

pedro.rangel@thefuturesociety.org

 

 

 

 

 

 

 

 

Pedro Rangel Magdaleno